Paco Gisbert (periodista): “Desde niño ya notaba pulsiones sexuales cuando salía alguna presentadora guapa en la tele”

Es escritor, periodista, tertuliano y guionista de cine y televisión. Por si eso no fuese suficiente, también es el que manda en la redacción de la revista Primera Línea. Asegura que está intentando que alguien le publique “una novela que escribí hace algo más de un año, un relato negro ambientado en el mundo del porno”.

Aashta Martínez: ¿De pequeño ya estaba un poco salido usted?

Paco Gisbert: Pues no sé si la palabra es salido, pero desde niño ya notaba pulsiones sexuales cuando salía alguna presentadora guapa en la tele. Y, aunque no era muy consciente de lo que hacía, me masturbaba desde los siete años.

A.M.: ¿Se metió a estudiar Filología para taparle los ojos a sus padres?

P.G.: No, estudié Filología porque me gustaban la literatura y la lengua. Luego me di cuenta de que la literatura no se estudia y de que la lengua tiene utilidades mucho más interesantes.

A.M.: ¿Es usted el gurú de la concupiscencia?

P.G.: No diría tanto. Me siento un poco el tuerto en el país de los ciegos, porque el cine porno es un campo virgen en el periodismo español. Aunque juntar ¡virgen’ y ‘porno’ en la misma frase suene raro.

A.M.: Dice que el problema del porno es que está atomizado. ¿En qué bando milita usted?

P.G.: En el de los que apuestan porque el porno sea cine, no solamente la filmación de un polvo entre dos (o más) seres humanos. Si no, no se diferencia demasiado de los reportajes del National Geographic.

A.M.: Años noventa. Leo que la primera cinta X que emite Canal Plus llegó a ocho millones de espectadores. Lo fuerte es que 31.000 de ellos la vieron… ¡codificada! ¿No le invade la nostalgia de vez en cuando?

P.G.: Es que tenía su morbo intentar descubrir qué se ocultaba tras las rayas del codificado. Pero yo siempre he sido de ver las cosas sin codificar. Y creo que, en eso, hemos ganado con los años. No soy nostálgico. No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor, aunque a veces tengo la tentación de pensar que sí.

A.M.: ¿Qué tiene de pornográfico el fútbol?

P.G.: Mucho. Se ha convertido en un fenómeno de masas a nivel global, engancha a millones de personas y mueve muchísimo dinero. Como el porno. Además, en ambas disciplinas, lo importante es saber utilizar la parte inferior de nuestro cuerpo.

A.M.: ¿Y el Congreso de los Diputados?

P.G.: Lo del Congreso de los Diputados, y la política en general, tiene que ver con la peor cara de la pornografía, la que roza el abuso.

A.M.: Lleva dos años al frente de la redacción de su revista. ¿A quién no han logrado liar todavía para que salga en la revista?

P.G.: A mucha gente. Desgraciadamente somos una revista pequeña, una especie de poblado de Astérix en la jungla del periodismo sensacionalista, y, sobre todo, somos pobres. Así que no pagamos a la gente que posa en nuestra revista. Y, si no hay dinero, no es fácil desnudarse. Así funciona esto.

A.M.: “El estado normal del ser humano es estar enfadado y forma parte de nuestra esencia”. ¿Se cabrea usted mucho?

P.G.: Cada vez menos. Debe de ser cosa de la edad, que me hago mayor. Pero me sigue poniendo de muy mala leche la mala educación. Y eso parece que no tiene remedio.

A.M.: ¿A quiénes considera los reyes del porno?

P.G.: La mejor actriz fue, sin duda, Marilyn Chambers, la protagonista de Tras la puerta verde. Era una modelo publicitaria que había hecho pequeños papeles en el cine convencional y que se pasó al porno porque vio una oportunidad de desarrollar su creatividad. Ves una película suya y te crees lo que le pasa, tanto cuando folla como cuando hace cualquier otra cosa menos agotadora. De actores, me quedo con John Leslie, un tipo inteligente y culto, buen actor dramático, que siempre es una garantía en las películas clásicas en las que participa. Lamentablemente, ambos fallecieron.

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